Los neurocientíficos resaltan la falta de importancia que le damos a los descansos, al tratar de optimizar el aprendizaje. 

La manipulación activa y repetitiva del material sienta las bases neuronales para el desarrollo de habilidades. Constantemente el tiempo fuera de los libros, es considerado un descanso en el proceso de aprendizaje, una forma de revitalizarse y luego volver al trabajo vital de la práctica real. 

Pero para Leonardo Cohen, neurocientífico de los Institutos Nacionales de Salud, la idea de los descansos como período de enfriamiento es errónea. Cohen y sus colegas realizaron un estudio en adultos jóvenes por medio de un escaneo cerebral, para observar su actividad neuronal a medida que escribían con su mano no dominante.  Después de una sesión de práctica, a los participantes del estudio se les dio un breve descanso y luego continuaron practicando durante un total de 35 sesiones.

Al analizar los datos obtenidos, realizaron un descubrimiento intrigante: existe un aumento en la actividad cerebral imitando el patrón neuronal visto durante la sesión de práctica, pero comprimido veinte veces. En lugar de estar inactivo, el cerebro reproducía la sesión de práctica una y otra vez, pasando la información desde la neocorteza al hipocampo más de dos docenas de veces. Resultando en que alejarse de la actividad no es alejarse de la actividad en absoluto. 

Existe un proceso llamado vinculación, en donde al aprender una habilidad nueva, tenemos la necesidad de conectarla con un recuerdo anterior. Un ejemplo de esto es el aprender a tocar el piano, nuestro cerebro vincula la simple acción de presionar una tecla, con una habilidad compleja que es tocar una canción. 

El equipo de Cohen descubrió que después de aprender una nueva información, nuestro cerebro recorre rápidamente la experiencia, comprimiendo e imprimiendo el material para optimizar el almacenamiento y la recuperación.

Según los estudios realizados por la neuróloga y maestra Judy Willis, dentro del salón de clases los descansos deben presentarse antes de la llegada de la fatiga, aburrimiento y distracción. Es decir que debe existir un estudio concentrado de 10 a 15 minutos para educación primaria y de 20 a 30 minutos para secundaria y preparatoria, donde se requiere de un descanso de 3 a 5 minutos. 

Se recomienda dar un descanso para estirarse, moverse a una parte distinta del aula, cantar alguna canción e incluso permitir la plática informal entre los estudiantes. De esta forma se les permite reproducir lo aprendido y prepararse para más material nuevo. 

Un estudio de 2016 encontró que la “fatiga cognitiva” se establece hacia el final del día, lo que lleva a una caída notable en el rendimiento de la prueba: por cada hora más tarde en el día, el rendimiento de la prueba disminuyó en un 0.9 por ciento de una desviación estándar, se encontró que esto es aproximadamente el equivalente a perder 10 días escolares de aprendizaje . Sin embargo, la incorporación de descansos no solo eliminó la disminución, sino que en realidad aumentó el rendimiento.

Terada, Y. (2022, 21 abril). Subestimamos drásticamente la importancia de los descansos mentales. Edutopia. https://www.edutopia.org/article/we-drastically-underestimate-importance-brain-breaks

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