Por: Juan P. Dabdoub, PhD
Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
Pamplona, 10 de septiembre de 2019
Ante los buenos resultados de estas estrategias, algunos países han decidido incluir la educación del carácter en sus programas públicos. Un caso especial es Estados Unidos, que desde los años noventa ha experimentado un resurgir de la educación del carácter. En 1992 un movimiento liderado por educadores y psicólogos se reunió en Aspen para potenciar el trabajo conjunto. Los participantes afirmaban la existencia de una lista de valores centrales —core values— comunes a toda la sociedad y que, por tanto, podían ser la base de la educación moral del país.
Por nombrar una de las consecuencias de la Aspen Declaration on Character Education, entre 1993 y 2009, cerca de cuarenta estados americanos aprobaron leyes que establecían o recomendaban algún aspecto de educación del carácter en sus escuelas. En esta reunión también surgió la Character Education Partnership —hoy denominada Character.org—, que en estos años ha dado origen a más de treinta organizaciones que velan por la educación del carácter a nivel estatal. En 2019, el informe de los departamentos de Educación y Seguridad de Estados Unidos presentó el modelo PRIMED como una de las cinco recomendaciones nacionales para promover la seguridad en las escuelas.
En Reino Unido, la influencia del Jubilee Centre for Character and Virtues durante la última década ha conseguido incluir la perspectiva de la educación del carácter en las políticas educativas nacionales.
Volviendo la vista a Oriente, el ministro de Educación de Indonesia, Muhammad Nuh, apuesta por la educación del carácter desde 2010. Considera que este enfoque constituye la base para crear una sociedad moral, ética, civilizada y rica culturalmente. En el caso de Singapur, está presente en el currículo académico nacional desde 2014. Su ministro de Educación, Heng Swee Keat, afirma que el sistema educativo debe «nutrir a los ciudadanos de buen carácter, de modo que tengan la resolución moral de afrontar un futuro incierto, y un fuerte sentido de responsabilidad para contribuir al éxito de Singapur y al bienestar de sus compatriotas». Por último, los Emiratos Árabes Unidos han exigido a todas las escuelas —públicas y privadas— que sigan un programa de educación moral centralizado, explícitamente secular, y con un enfoque humanista.
Es difícil hablar de movimientos nacionales en Hispanoamérica a favor de la educación del carácter. Sin embargo, existen algunas iniciativas prometedoras. La Secundaria TEC de Monterrey de Ciudad Juárez (México) y el Colegio Nueva Granada de Colombia han sido reconocidos como «National Schools of Character», gracias a los programas que han puesto en práctica en los últimos años.
Cada vez son más los países y las organizaciones que avalan la necesidad de incluir el desarrollo de las virtudes en los sistemas educativos, que se preguntan qué porvenir le espera a la humanidad sin ciudadanos que sepan, quieran y puedan —«Head, Heart and Hands»— velar por el bien común, incluso cuando se vea comprometido su bienestar individual. Este es el cometido de los que apuestan por el movimiento de la educación del carácter, intentando devolver a la educación su más noble y original sentido.